O eso están intentando vendernos a toda costa. En vista de la pasta que produce la dietética en todo el mundo (no hay nadie en este planeta que no quiera adelgazar, salvo los ciudadanos del Tercer Mundo, que bastante tienen con lo que tienen), los
dietistas y nutricionistas han decidido coger las riendas de un negocio que, por definición, les pertenece, para convertirse en los gestores de un sector que cada día genera más y más volumen de beneficios.
Y es que, antes de que los nutricionistas aparecieran en escena, eran unos cuantos endocrinos los que se repartían el pastel de las dietas. Para cubrir ese vacío de contenido, proliferaron herbolarios, revistas y programas de radio y televisión, empresas farmaceúticas, libros de autoayuda... nada era suficiente para saciar la
sed de información de millones de personas preocupadas por su talla, su peso o su volumen.
El
III Congreso de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas, al que tuve el placer de asistir recientemente, sirvió para dar visibilidad a un
colectivo maltratado por el desconocimiento. Aunque aún no tienen la relevancia que se merecen, la Asociación organizó incluso un sarao para la prensa, bastante poco multitudinario, para insistir en la necesaria colaboración entre los dietistas y los medios. Vamos, para que salgan en los papeles, que para eso el
pastel es suyo.
Intereses creados aparte, el evento fue de lo más interesante. Una de las charlas versó sobre un tema que ya hemos tratado aquí: mitos de la nutrición. En ella se expusieron las influencias culturales, sociales y económicas que existen en la alimentación, entre ellas, las supuestas propiedades terapéuticas de la miel o del ajo, productos de los que nos consideramos fans y que, según la nutricionista que habló del tema, no tienen, al menos que se haya probado científicamente, ningún componente que los convierta en medicinales. En fin, yo creo que si te funciona, debería valer, aunque no lo haya certificado la Universidad de Harvard, ¿no? A mí la miel me calma la garganta cuando estoy resfriado, así que no pienso dejar de recurrir a ella.
Por otro lado se habló mucho de las dietas milagro, ridiculizando la mayoría de los sistemas de adelgazamiento rápido más populares: Montignac, Atkins, Disociada, la de la Clínica Mayo, la del jarabe de arce, la de la alcachofa, la del pomelo... Lo que yo no sabía es que existían regímenes tan absurdos como la cronodieta (en donde te dicen qué tienes que comer en cada hora) o la dieta de los colores (en la que cada día has de comer alimentos del mismo color). En todas ellas se adelgaza, pero según los nutricionistas, a un precio muy alto: volviendo a recuperar el peso (efecto yo-yó) y con efectos nocivos para la salud (se habló de diabetes, colesterol, osteoporosis...).
Otro de los puntos fuertes fue, sin duda, el mercadillo de fuera, donde, las marcas más punteras en dietética y alimentación funcional mostraron sus más exquisitas novedades. Entre los productos, estaban presentes:
Puleva omega 3: siempre me ha flipado cómo consiguen que los ácidos grasos de los pescados estén metidos en la leche y que siga sabiendo bien y no a sardinas podridas. Pues oye, lo consiguen. Yo le preguntaba: ¿y cómo lo hacen, pinchando a una sardina el ácido y echándolo en la leche? Y la chica me dijo: pues más o menos. En fin, un producto recomendable para los que tiene problemas cardiovasculares.
Kellogg: vendía unas barritas de cereales especiales para el colesterol. Luego era un poco tongo porque el componente anticolesterol es la avena, y la avena, según rezaba el envoltorio, puede ayudar a reducir el nivel de colesterol. Vamos, lo de siempre, nada de milagros. Eso sí, la barrita estaba buenísima.
Danone: la promotora era fantástica y consiguió convencerme de las bondades del Activia (para regular el tránsito intestinal, gracias a que fortalece nuestra flora tripil), el Actimel (que nos protege de las agresiones externas gracias a una cepa exclusiva de L Casei) y el Danacol, que sólo pueden consumirlo los que padezcan hipercolesterolemia.
Donut: un donut light que sabe a donut normal que, por si fuera poco, incorpora nosequé que elimina grasas. Por supuesto, se trata de una fantasía animada de ayer y hoy, similar al tontalín de Central Lechera Asturiana, que, a lo mejor funciona, pero que no nos va a bajar la talla que necesitemos en cada momento. Ni que el donut fuera como las setas de Alicia en el país de las maravillas!
Además de ellos, pues también estaba presente Heinz (que quiere desligar su ketchup del fast food), Pascual (superlíder en alimentación funcional) McDonalds (corramos un tupido velo), cerveceros (que no dejan de insistir en que es buenísima, nosotros estamos superconvencidos, no hace falta que nos convenzan más), nueces (qué ricas y que sanas, en su justa medida, claro) y otras marcas de alimentación y más específicas de dietética.
Un Congreso, sin duda, apasionante (me llevé a casa docenas de barritas de cerales, pildoritas y perlitas de caramelo, sacarinas, leches de soja...), que, por su importancia (y no por lo que muchos podrían pensar, que está de moda), debería haber tenido una mayor repercusión mediática. El año que viene será en Barcelona así que les deseamos suerte!