Comidas y cenas de Navidad
¡Ya vienen los Reyes... por el arenal! Por fin llega mejor fiesta de todas las Navidades: los Reyes. Para mí es la mejor por muchas razones... pero la principal es porque, a pesar de los años que uno tenga, se sigue manteniendo la magia. Y es que uno no deja de tener ese resquicio de ilusión cuando se levanta el 6 de enero (por muy tarde que sea) y acude a ver los zapatos, a ver si los Reyes han dejado algún detallito.
Otra de las maravillas de este día es el Roscón. Es el mejor (sí, el mejor) postre de todo el año. En mi casa sólo se come el día 6 o la víspera y, al ser tan excepcional, se disfruta mucho más (no como en otros sitios donde comienzan a zampárselo en noviembre y ya a estas alturas no les apetece nada). Los puristas lo prefieren sin relleno. Yo me lo como sin y con, aunque me decanto por los que tienen un poquito de nata. Me encanta el olor del bollo, aromatizado con agua de azahar, y las costras que forman en la superficie las almendras, el azúcar y las frutas confitadas.
Y es que la protagonista indiscutible de las Navidades, y cada año más, es la gastronomía. Nadie puede negar que lo que más une en estos días son las mesas: ya sea para juntarte con la familia, los amigos o los compañeros de trabajo. Por eso, la entrada de hoy va dedicada a mis comidas y cenas navideñas (aunque no lo parezca por el rollo que os he echado antes con los Reyes Magos).
1.- Nochebuena y Navidad. Este año lo hemos celebrado en casa quince personas (dieciséis si contamos con la niña que viene en camino), pero el menú no ha cambiado lo más mínimo. La tradicional ensaladilla de mi tía, los canapés de salmón y patés, los embutidos (menudo jamón) y el marisco (las gambas, langostinos, carabineros y nécoras) fueron los entrantes. Para los segundos platos las opciones fueron diversas: merluza a la vasca (mi opción para comer en Navidad), entrecot, chuletas de cordero o cordero asado (esta fue mi opción para cenar en Nochebuena, acompañado de una riquísima lombarda). De postre, lo típico: turrones, mazapanes, pan de Cádiz, frutos secos y frutas escarchadas.
2.- Nochevieja y Año Nuevo. También lo hemos celebrado en casa, pero este año en petit comité. Mis padres, mi hermana y mi abuela. En esta ocasión el segundo plato en Nochevieja era cochinillo... ¡mmmmmmm! ¡A mi madre le salió delicioso!
3.- Comida Navideña en Casa Manolo: reunión de amigos previa a la jarana festiva. En este restaurante castizo donde los haya, al ladito del Congreso de los Diputados, puedes disfrutar por no mucho dinero de platos tradicionales castellanos y madrileños. Como dicen que son lo mejor de la casa, no pudimos resistirnos a pedir croquetas (muy ricas), pero, por supuesto, no les faltaron acompañantes: tortilla con salsa de tinta de calamar, chipirones rellenos, ensalada de pimientos y bonito, revuelto de morcilla, setas empanadas... En los segundos platos triunfaron los callos y las codornices estofadas, todo ello regado con un tinto de la tierra (D.O. Vinos de Madrid). Por cierto, yo me decanté por las codornices, que estaban exquisitas. De postre, una tarta casera de melocotón y mazapán que estaba correcta, pero que no mataba. Lástima, hubiera sido el colofón perfecto para una comida excelente.
4.- Reunión de amigos en Cre-cotte. Entre Navidad y Nochevieja aún hubo tiempo de una cena más, en esta ocasión en una agradable crepería de Chueca (calle Colmenares), que por lo visto tiene otras franquicias en Madrid, Santiago y Gijón. Mi crepe estaba aceptable, aunque he de reconocer que tampoco me apasionan mucho estos inventos. De postre, elegí el helado con dulce de leche... ¡mmmmmm!
5.- Cena pre-Fin de Año en Gumbo. Un amigo me llevó a cenar a este pequeño restaurante de la calle Pez donde puedes disfrutar de la cocina tradicional de Nueva Orléans, pero reinterpretada a los usos y gustos de hoy. Mi atún ennegrecido estilo cajún estaba de morirse. De postre pedí brownie de frambuesa, pero no me convenció. Sin embargo, la tarta de manteca de cacahuete de mi acompañante estaba riquísima. Por cierto, ayer puse el canal cocina y descubro que hay un nuevo programa que se llama 'Nueva cocina de Nueva Orléans' o algo así... ¡y resulta que lo lleva el mismo tío de Gumbo! ¡El mismo que nos atendió! ¡Y nosotros sin saber que nos atendía el chef y una estrella mediática! La verdad es que fue muy majo.
6.- Y para terminar, una reunión informal con Meri, Iván y Paco en La Gata Flora. ¡Donde hubo sitio! Aquí se comen unas pizzas bastante ricas, aunque me gustan más las de la argentina de enfrente, que nunca tiene sitio en su local (no me extraña). La anécdota estuvo en el postre. Y es que la coña entre algunos de mis amigos está en que sólo me gustan los postres 'de viejos', dicen ellos. Es decir, todos esos tradicionales y superempalagosos... que he de reconocer que me encantan. De entre la carta, elegí el puding de nueces (ver imagen), que hacía mucho que no lo comía. La risa general estalló cuando la camarera dijo: "hace por lo menos 3 años que nadie lo pide". ¡Pues estaba que quitaba el hipo!
Otra de las maravillas de este día es el Roscón. Es el mejor (sí, el mejor) postre de todo el año. En mi casa sólo se come el día 6 o la víspera y, al ser tan excepcional, se disfruta mucho más (no como en otros sitios donde comienzan a zampárselo en noviembre y ya a estas alturas no les apetece nada). Los puristas lo prefieren sin relleno. Yo me lo como sin y con, aunque me decanto por los que tienen un poquito de nata. Me encanta el olor del bollo, aromatizado con agua de azahar, y las costras que forman en la superficie las almendras, el azúcar y las frutas confitadas.
Y es que la protagonista indiscutible de las Navidades, y cada año más, es la gastronomía. Nadie puede negar que lo que más une en estos días son las mesas: ya sea para juntarte con la familia, los amigos o los compañeros de trabajo. Por eso, la entrada de hoy va dedicada a mis comidas y cenas navideñas (aunque no lo parezca por el rollo que os he echado antes con los Reyes Magos).
1.- Nochebuena y Navidad. Este año lo hemos celebrado en casa quince personas (dieciséis si contamos con la niña que viene en camino), pero el menú no ha cambiado lo más mínimo. La tradicional ensaladilla de mi tía, los canapés de salmón y patés, los embutidos (menudo jamón) y el marisco (las gambas, langostinos, carabineros y nécoras) fueron los entrantes. Para los segundos platos las opciones fueron diversas: merluza a la vasca (mi opción para comer en Navidad), entrecot, chuletas de cordero o cordero asado (esta fue mi opción para cenar en Nochebuena, acompañado de una riquísima lombarda). De postre, lo típico: turrones, mazapanes, pan de Cádiz, frutos secos y frutas escarchadas.
2.- Nochevieja y Año Nuevo. También lo hemos celebrado en casa, pero este año en petit comité. Mis padres, mi hermana y mi abuela. En esta ocasión el segundo plato en Nochevieja era cochinillo... ¡mmmmmmm! ¡A mi madre le salió delicioso!
3.- Comida Navideña en Casa Manolo: reunión de amigos previa a la jarana festiva. En este restaurante castizo donde los haya, al ladito del Congreso de los Diputados, puedes disfrutar por no mucho dinero de platos tradicionales castellanos y madrileños. Como dicen que son lo mejor de la casa, no pudimos resistirnos a pedir croquetas (muy ricas), pero, por supuesto, no les faltaron acompañantes: tortilla con salsa de tinta de calamar, chipirones rellenos, ensalada de pimientos y bonito, revuelto de morcilla, setas empanadas... En los segundos platos triunfaron los callos y las codornices estofadas, todo ello regado con un tinto de la tierra (D.O. Vinos de Madrid). Por cierto, yo me decanté por las codornices, que estaban exquisitas. De postre, una tarta casera de melocotón y mazapán que estaba correcta, pero que no mataba. Lástima, hubiera sido el colofón perfecto para una comida excelente.
4.- Reunión de amigos en Cre-cotte. Entre Navidad y Nochevieja aún hubo tiempo de una cena más, en esta ocasión en una agradable crepería de Chueca (calle Colmenares), que por lo visto tiene otras franquicias en Madrid, Santiago y Gijón. Mi crepe estaba aceptable, aunque he de reconocer que tampoco me apasionan mucho estos inventos. De postre, elegí el helado con dulce de leche... ¡mmmmmm!
5.- Cena pre-Fin de Año en Gumbo. Un amigo me llevó a cenar a este pequeño restaurante de la calle Pez donde puedes disfrutar de la cocina tradicional de Nueva Orléans, pero reinterpretada a los usos y gustos de hoy. Mi atún ennegrecido estilo cajún estaba de morirse. De postre pedí brownie de frambuesa, pero no me convenció. Sin embargo, la tarta de manteca de cacahuete de mi acompañante estaba riquísima. Por cierto, ayer puse el canal cocina y descubro que hay un nuevo programa que se llama 'Nueva cocina de Nueva Orléans' o algo así... ¡y resulta que lo lleva el mismo tío de Gumbo! ¡El mismo que nos atendió! ¡Y nosotros sin saber que nos atendía el chef y una estrella mediática! La verdad es que fue muy majo.
6.- Y para terminar, una reunión informal con Meri, Iván y Paco en La Gata Flora. ¡Donde hubo sitio! Aquí se comen unas pizzas bastante ricas, aunque me gustan más las de la argentina de enfrente, que nunca tiene sitio en su local (no me extraña). La anécdota estuvo en el postre. Y es que la coña entre algunos de mis amigos está en que sólo me gustan los postres 'de viejos', dicen ellos. Es decir, todos esos tradicionales y superempalagosos... que he de reconocer que me encantan. De entre la carta, elegí el puding de nueces (ver imagen), que hacía mucho que no lo comía. La risa general estalló cuando la camarera dijo: "hace por lo menos 3 años que nadie lo pide". ¡Pues estaba que quitaba el hipo!
1 Comments:
uy que repaso más fenomenal!!!!
lo del pudding fue para mearse de risa!
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